Escultura

Centauro
Alabastro. 17 x 17 x 8 cm.


Cabezas de cañón


Cabezas de cañón.


Cabezas de cañón (detalle)





Detalle. Resina de poliester. 16 x 15 x 14 cm.

Sin titulo Nº13


Piedra de Calatorao. 58 x 25 x 20 cm.

Medusa
 
Hierro. 200 x 160 x 140 cm.

Nariz rota, labio partido


Bronce, 12 x 7 x 7 cm.

Creación y destrucción


Serpiente engulléndose a sí misma. 
22 x 12 x 5 cm. Piedra de Calatorao. 


 Serpiente blanca. 15 x 7 x 4 cm.
Mármol.

Creo que no hay nada más grato en la creación artística que dotar a tus obras de un sentido, y no me cabe duda de que las obras que así han sido concebidas están impregnadas de una sustancia que las hace especiales. Obviamente toda obra se realiza con cierta intención, puesto que de no ser así la obra jamás se llevaría a término. Con "dotar de sentido a la obra" me refiero a cargarla con una "implicación" en algo, que no tiene por qué ser un asunto personal, pero que, según mi manera de entender las cosas, si lo es, la implicación será mayor y la obra más potente.
Estas dos obras, pese a su sencillez y a su reducido tamaño, son quizá las que conservo con mayor cariño. Lo que sucede con ellas es lo siguiente: hasta hace un par de años yo solía pasar los veranos en un pequeño pueblo manchego de donde procede parte de mi familia. Una mañana al salir de la casa descubrí una serpiente que campaba a sus anchas por el patio, y como mi cabeza no concebía la idea de que aquel reptil pudiese entrar en la casa o merodear por los alrededores, cogí una vara y acabé con su vida. Un año después empecé "Serpiente engulléndose", una talla que venía a ser una versión del pez que se muerde la cola y que en ese acto voraz forma el símbolo de infinito. Pero antes de terminar se dio una situación similar con los mismos resultados. Una vez que terminé la primera serpiente me propuse hacer una segunda, de forma que aquello que había hecho desaparecer tuviese un homólogo en piedra. Resulta que recientemente se han vuelto ha repetir los hechos de las dos veces anteriores y, como no podría ser de otra forma, me siento en la obligación de compensar mi falta con otra escultura del malparado animal. Curiosamente el discurrir de los hechos me remite a la primera talla, la de la serpiente que se alimenta a si misma con su propio cuerpo en un continuo acto de destrucción y creación que no es otra cosa más que una alegoría del ciclo de la vida y la muerte.